Canto sexto: 8. El Todopoderoso…
8. El Todopoderoso había enviado a la Tierra uno de sus arcángeles, a fin de salvar al adolescente de una muerte segura. ¡Se verá obligado a descender él mismo! Pero todavía no hemos llegado a esa parte de nuestro relato, y me veo en la necesidad de cerrar la boca, porque no puedo decirlo todo a un mismo tiempo: cada truco efectista aparecerá en su lugar, cuando la trama de esta ficción no encuentre inconvenientes en ello. Para no ser reconocido, el arcángel había tomado la forma de un cangrejo paguro, grande como una vicuña. Se mantenía en la punta de un escollo, en medio del mar, y esperaba el momento favorable de la marea, para bajar a la costa. El hombre con labios de jaspe, escondido tras una sinuosidad de la playa, espiaba al animal con un garrote en la mano ¿Quién hubiera deseado leer en la mente de esos dos seres? Al primero no se le ocultaba que tenía una misión difícil que cumplir: “¿Y cómo tener éxito", exclamaba, en tanto que las olas crecían azotando su refugio temporal, "en un caso en que mi señor ha visto fracasar más de una vez su fuerza y su valor? Yo soy solamente una sustancia limitada, mientras que el otro nadie sabe de dónde viene ni cuál es su objetivo final. Al oír su nombre, los ejércitos celestiales tiemblan, y más de uno refiere, en las regiones que he dejado, que ni el mismo Satán, Satán la encarnación del mal, es tan temible. "El segundo hacía las siguientes reflexiones, que tuvieron eco hasta en la cúpula azulada a la que mancharon: "Le encuentro un aire de total inexperiencia; le arreglaré las cuentas rápidamente. Sin duda llega de lo alto, enviado por Aquel que teme tanto acudir personalmente. Veremos en la acción si es tan altanero como parece; no es un habitante del albaricoque terrestre; revela su origen seráfico por sus ojos errabundos e indecisos." El cangrejo paguro, que desde hacía un tiempo examinaba con la vista un sector limitado de la costa, descubrió a nuestro héroe (éste se irguió entonces en toda la altura de su talla hercúlea), y lo apostrofó en los términos que van a continuación: "No trates de luchar y ríndete. Me envía alguien que está por encima de nosotros dos, para que te cargue de cadenas y te ponga los dos miembros, cómplices de tu pensamiento, en la imposibilidad de moverse. Asir con tus dedos cuchillos y puñales es cosa que en adelante te estará vedado, créemelo, tanto en tu propio interés como en el de los otros. Me apoderaré de ti muerto o vivo, aunque se me haya ordenado llevarte vivo. No me pongas en la disyuntiva de tener que recurrir al poder que me ha sido concedido. Me comportaré con delicadeza; por tu parte, no opongas ninguna resistencia. De ese modo reconoceré con satisfacción y alegría que das el primer paso hacia el arrepentimiento." Cuando nuestro héroe oyó esa arenga, impregnada de tan profunda vis cómica, tuvo que hacer un esfuerzo para que la seriedad se mantuviera sobre la rudeza de sus rasgos curtidos. Pero en fin, no habrá nadie que se sorprenda si agrego que terminó por estallar en carcajadas. iAquello superaba sus fuerzas!, iNo hubo en ello mala intención! iCiertamente no quiso atraerse los reproches del cangrejo paguro! ¡Cuántos esfuerzos no hizo para acabar con la hilaridad! iCuántas veces apretó sus labios uno contra otro, para no dar la impresión de que ofendía a su pasmado interlocutor! Infortunadamente, su temperamento participaba de la naturaleza humana, y reía como lo hacen las ovejas. Por fin se detuvo. ¡Ya era tiempo! ¡Había estado a punto de sofocarse! El viento llevó esta respuesta al arcángel del escollo: "Cuando tu señor no envíe más caracoles y crustáceos para arreglar sus asuntos, y se digne parlamentar personalmente conmigo, podrá encontrarse, estoy seguro, el medio de que nos entendamos, puesto que soy inferior al que te envió, como has dicho muy justamente. Hasta ese momento, toda idea de reconciliación me parece prematura, y apta solamente para producir un resultado quimérico. Lejos estoy de desconocer lo que hay de sensato en cada una de tus sílabas, y, como podríamos llegar a fatigar inútilmente nuestras voces al hacerles recorrer tres kilómetros de distancia, me parece que obrarías cuerdamente si descendieras de tu fortaleza inexpugnable y alcanzaras la tierra firme a nado; discutiríamos asímás cómodamente las condiciones de una rendición que, por legítima que sea, después de todo no deja de presentar para mí desagradables perspectivas." El arcángel, que no esperaba tan buena disposición, asomó un punto su cabeza desde las profundidades de la grieta y respondió: "iOh Maldoror, acaso ha llegado finalmente el día en que tus abominables instintos verán extinguirse la antorcha de injustificable orgullo que los conduce a la condenación eterna! Seré, pues, el primero en describir ese loable cambio a las falanges de los querubines, dichosos de encontrarse nuevamente con uno de los suyos. Bien sabes tú mismo, y no lo has olvidado, que hubo una época en que ocupabas el primer puesto entre nosotros. Tu nombre corría de boca en boca; y hoy eres el tema de nuestras solitarias conversaciones. Ven pues… ven a concertar una paz duradera con tu antiguo señor; te recibirá como a un hijo extraviado y hará caso omiso de la enorme cantidad de culpa que atesoras, como una montaña de cuernos de ante, levantada por los indios y apilada sobre tu corazón." Dijo, y sacó todas las partes de su cuerpo del fondo de la sombría abertura. Aparece radiante sobre la superficie del escollo, tal como un sacerdote de las religiones cuando tiene la seguridad de recuperar una oveja descarriada. Está por saltar al agua para dirigirse a nado hacia el perdonado. Pero el hombre de labios de zafiro calculó con mucha anticipación su pérfido golpe. Su garrote sale disparado con fuerza; después de muchos rebotes en las olas, va a golpear en la cabeza al arcángel bienhechor. El cangrejo, mortalmente herido, cae en el agua. La marea lleva a la orilla el despojo flotante. Había estado esperando la marea para emprender con más comodidad el descenso. Pues bien, la marea ha llegado; lo ha mecido con sus cantos y depositado blandamente sobre la playa: ¿el cangrejo no está satisfecho? ¿Qué más quiere): y Maldoror, inclinado en la playa arenosa, recibe en los brazos a dos amigos, inseparablemente reunidos por el azar de las olas: ¡el cadáver del cangrejo paguro y el garrote homicida! "Todavía no he perdido mi habilidad —exclama— que sólo pide ser puesta a prueba; mi brazo conserva su potencia y mi ojo su precisión."Contempla al animal inerte. Abriga el temor de que le pidan cuentas de la sangre derramada. ¿Dónde ocultará al arcángel? Y al mismo tiempo se pregunta si la muerte no fue instantánea. Se hecha a la espalda un yunque y un cadáver; se encamina hacia un gran estanque con las orillas cubiertas y como amuralladas por una inextricable maraña de grandes juncos. Quiso primero tomar un martillo, pero es un instrumento demasiado liviano, mientras que con un objeto más pesado, si el cadáver da señales de vida, lo depositará en el suelo y lo hará polvo a golpes de yunque. A su brazo no le falta potencia, no; ésa es la menor de sus dificultades. Cuando tuvo el lago a la vista, lo vio poblado de cisnes. Lo imagina un retiro seguro para él; merced a una metamorfosis, sin dejar su carga, se mezcla con el tropel de las demás aves. Reparad en la mano de la Providencia allí donde uno se inclinaba a darla por ausente, y haced buen uso del milagro del que voy a hablaros. Negro como el ala del cuervo, nadó tres veces entre el grupo de palmípedos de blancura deslumbradora; por tres veces conservó ese color distintivo que lo asemejaba a un bloque de carbón. Pues Dios, en su justicia, no permitió que su astucia pudiera engañar ni siquiera a una bandada de cisnes. De ese modo, permaneció ostensiblemente en el interior del lago; pero todos se mantuvieron apartados, y no hubo ave que se acercara a su deshonroso plumaje para hacerle compañía. Finalmente, circunscribió sus inmersiones en un área apartada, en el extremo del estanque, solo entre los habitantes del aire, como lo estaba entre los hombres. ¡Así se preparaba para el increíble suceso de la plaza Vendôme! |