Un carretillero empujaba montaña arriba una carretilla cargada al máximo. Cuando alcanzó la mitad de la altura, en el instante que necesitaba hacer mayor acopio de fuerza, llegó un lobo a la carrera y le clavó los dientes en una nalga. El hombre no podía desprenderse de las varas de la carretilla y ahuyentar al lobo. De hacerlo, la carretilla recularía, las mercancías que transportaba se dañarían y él mismo podría sufrir perjuicio. No le quedó más opción que continuar empujando hacia arriba, soportando el dolor. A pocos pasos de la cima pensó que muy pronto se libraría del lobo. Sin embargo, el lobo escapó con un trozo de carne en el hocico.
(El lobo le robó un trozo de carne al hombre, al sacar provecho de su impotencia. Ese lobo, además de ladino, era bromista).
Los ratones actores
Se decía que en el mercado de la ciudad de Chang An había un hombre que vendía ratones que sabían actuar. Así el hombre se ganaba la vida. El hombre siempre cargaba una bolsa a la espalda donde ocultaba a más de diez ratones pequeños. Cuando estaba en medio de la gente extraía una pequeña tabla de madera y se la fijaba detrás de los hombros, como si fuese una tarima. Después se ponía a tocar un tambor y canturreaba la melodía de alguna pieza teatral antigua. A los primeros redobles del tambor los ratones emergían de la bolsa, disfrazados con máscaras y vistiendo atuendos variados. Los ratones se le subían a la espalda y luego se instalaban en la tarima. Allí, afirmados en las patas traseras, daban una función teatral con la cual exteriorizaban emociones de dicha y aflicción, como si fueran actores humanos.
Los sapos cantores
Wang Zusun me refirió que en una oportunidad estaba en la capital. Allí vio en el mercado a un hombre que hacía un singular espectáculo. El hombre cargaba una caja de madera seccionada en doce celdillas. En cada celdilla había una pareja de sapos. Cuando el hombre tocaba con una varita la cabeza de alguno de los sapos, éste, en seguida, cantaba una melodía. Si alguien le obsequiaba una moneda al hombre, él tocaba, sin orden establecido, las cabezas de todos los sapos, como si tañese una campana pequeña. Cada uno de los sapos emitía, sin desviarse, las notas kung, shang, yiao…*
*Las tres primeras notas de la escala musical china de cinco. Las dos restantes son chi e iu.
El enano
Durante la época del emperador Kangxi* existía un mago que portaba una caja de madera en cuyo interior había un enano, quien no medía más de dos chi.** Cuando la gente le regalaba dinero al mago, éste abría la caja y le ordenaba al enano que saliera. El enano ponía los pies fuera, cantaba una melodía y de nuevo se introducía en la caja.
Un día cuando el mago arribó al distrito de Ye el juez tomó posesión de la caja y le preguntó al enano por su origen. Al principio el enano no osaba hablar. Pero luego, ante la presión del juez, empezó a explicarlo todo. Dijo que era miembro de una honorable familia y que un día, al regresar a su casa desde la escuela, el mago lo hechizó. Le había dado a beber una pócima que hizo que se le empequeñecieran los brazos y las piernas. Después lo exhibió en muchos lugares. El juez dio la orden para que mataran al mago a palos.
*1662-1723. **Un chi equivale a 1/3 de metro.
Jugar al ahorcado
Un bribón del pueblo andaba un día paseando por las afueras con algunos amigos, cuando vio a una joven montada a caballo quien se acercaba.
—Les apuesto lo que uds. quieran a que hago reír a esa muchacha—, le dijo el bribón a sus amigos.
Los amigos se burlaron de él y apostaron una comida. El bribón se colocó delante del caballo y empezó a gritar: —Quiero morir! Quiero morir!
A continuación, amarró la faja* a una raíz que colgaba de lo alto de un muro, le dio una vuelta alrededor de su cuello y alargó el gañote como si se hubiese ahorcado. La joven sonrió cuando pasó. Los amigos del bribón, a duras penas, reprimieron las risas. Comenzaron a carcajearse al observar que el bribón no se movía, a pesar de que la joven ya se había alejado. Se le acercaron al bribón. Éste mostraba la lengua afuera y los ojos lustrosos. Había fallecido.
(Dice el extraño cronista: No resulta increíble que alguien se ahorque con una raíz? Constituye un buen aviso para los bribones!).
*La faja que servía para ceñirse el traje talar a la cintura.
La oca
Un cazador de Tianjin capturó a una oca. De vuelta a su casa, la oca macho fue tras él, volando en círculos y graznando quejumbrosamente.
Al siguiente día por la mañana, muy temprano, el cazador salió de su casa y se topó de nuevo con la oca macho que volvió a seguirlo, sin dejar de graznar. En una ocasión, se le acercó tanto que el cazador decidió aprehenderlo. Pero el ave alargó el pescuezo y expulsó un pedazo de oro. El cazador creyó entender su propósito.
—Esto es para lograr la libertad de tu compañera, no?
Dejó libre a la oca hembra. Las dos aves corrieron de un extremo a otro, expresando felicidad y pena al mismo tiempo. Luego, partieron volando.
El cazador pesó el oro. Equivalía a dos liang* con seis qian**.
Ah! Cómo saben las aves del amor concentrado así! Triste o no triste, en la vida hay separaciones, empero el asunto no es de esta manera?
*Unidad de peso que equivale a cincuenta gramos. **Unidad de peso que equivale a cinco gramos.
Voló el buey
Un hombre de cierto distrito adquirió un fuerte buey. Por la noche soñó que al animal le brotaban alas y se escapaba al vuelo. El hombre tuvo miedo de que el sueño le hubiese presagiado la pronta desaparición del buey. Lo condujo al mercado y lo vendió a un precio mucho menor por el que lo había adquirido. Puso el dinero de la venta sobre un pedazo de tela, hizo un ovillo y se lo colgó de un hombro. Luego marchó rumbo a su casa.
A medio camino, encontró a un halcón devorando la mitad de un conejo. Como el ave parecía muy mansa, el hombre la capturó y le amarró una pata a la punta de la tela. Continuó su camino, mientras sometía al ave con una mano. Ésta intentó liberarse en varias oportunidades. En la última tentativa, el hombre disminuyó la presión de la mano sin intención y el halcón alzó vuelo llevándose la tela con el dinero.
Tal vez fue obra del destino, es verdad, pero también es verdad que al hombre no le hubiese sucedido nada si no creyese en los sueños, ni codiciase las riquezas que otros hubiesen abandonado a la vera del camino. Lo que le ocurrió se debió a la creencia en bueyes que vuelan.
Pang Ar-cheng
Jan Kung-fu, del distrito Iucheng, me dijo que un día iba de viaje con su paisano Pang Ar-cheng, cuando de repente éste se esfumó. Transcurrido un momento escuchó que Ar-cheng solicitaba ayuda. Su voz parecía provenir de una de las talegas que cargaba su mula, donde hasta hace poco iba horcajado. Kung-fu echó un vistazo al interior de la talega y ahí localizó a Ar-cheng, enrollado. Las talegas, cosa rara, no se habían movido con su peso. Kung-fu intentó sacarlo, pero la abertura de la talega se cerró por sí misma. Usó entonces su cuchillo para lograr una hendedura. Pang Ar-cheng continuaba en el interior, encogido como un cachorro. Kung-fu lo ayudó a salir y le inquirió sobre la manera de introducirse allí. Pero Ar-cheng estaba tan asombrado y confuso como Kung-fu. Al parecer la familia de Pang Ar-cheng padecía de encantamiento provocado por un zorro.*
Los asuntos de esta especie son muchos.
*Se creía que el espíritu de los muertos se convertía en zorro y luego bajo esta forma podía seducir o encantar a hombres y mujeres por igual. También se le atribuían a los zorros poderes mágicos y la capacidad de transformarse en bellas mujeres o apuestos hombres para perder a alguien.
Sun Pi-chen
Sun Pi-chen cruzaba el Río Largo* en barco, cuando de pronto estalló una feroz tormenta. El barco se movía hacia delante y hacia atrás, con gran riesgo, y el terror se propagó entre todos los pasajeros. En ese preciso momento se manifestó un espíritu en medio de las nubes. Avanzaba ornamentado con coraza dorada y asía con una mano una extensa tira de papel, donde se podía leer, en trazos también dorados, tres caracteres: SUN PI CHEN.
Los pasajeros del barco, después de descifrar los caracteres, se acercaron a Sun Pi-chen con ademanes intimidatorios:
—Miserable!—, le gritaron. Has provocado la ira del Cielo! Lárgate de inmediato para que tu condena no nos perjudique también a nosotros!
No le permitieron emitir palabra alguna y lo subieron a un bote. Lo arrojaron al agua embravecida y lo compelieron a alejarse del barco con vociferaciones e insultos amenazantes.
Cuando Sun Pi-chen giró la cabeza para observar, el barco ya se había hundido.
*El río Yang-ze, como se le conoce en occidente.
Tu Xiao-lei
Tu Xiao-lei habitaba en I-tu, en las montañas occidentales, acompañado de su esposa y su madre invidente. Xiao-lei era excelente hijo y, aunque pobre en demasía, nunca faltaba en su casa el grato olor de los alimentos cocinados.
Un día, antes de salir a trabajar, compró carne y se la entregó a su esposa para que la preparara en salsa. La mujer, quien aborrecía a la suegra, cuando picó la carne la mezcló con algunos escarabajos. La anciana madre no pudo comer impedida por la hediondez que emanaba de la carne guisada y guardó la comida hasta que su hijo regresase.
—Cómo estuvo la carne?—, le preguntó el hijo ya en casa.
La madre denegó con un movimiento de cabeza y le enseñó la carne. El hijo se enojó mucho, pero no profirió palabra. Cuando él ingresó a su dormitorio, dispuesto a dormir, pensó en golpear a su esposa, mas no se atrevió por miedo a despertar a su madre con el estruendo que se produciría. Se mantuvo inmóvil sobre la cama, ideando algún método para castigar a su esposa. Ella le interrogó acerca de si le sucedía algo, pero él no le respondió. Ella, como no había cenado, sintió hambre. Descendió de la cama y comenzó a caminar en torno a la habitación. Después de un cierto tiempo comenzó como a acezar.
—Si no te vienes a la cama, te propinaré una golpiza!—, le gritó el esposo.
Al no recibir respuesta, descendió de la cama y encendió una vela. Encontró a un cerdo dentro del dormitorio. Un cerdo con pies de mujer. El hombre de inmediato sacó la conclusión de que era su esposa.
Cuando el juez supo lo sucedido, ordenó que encerraran al hombre en una cárcel y mandó que custodiaran las puertas de la casa para imposibilitar el ingreso de los entrometidos.
Esta historia me la narró Tan Wei-chen, quien la experimentó muy de cerca.
Elefantes
Hubo un cazador de la provincia de Kuangtung que se introdujo en una montaña e hizo un alto para descansar brevemente. Al punto se quedó dormido. Pasado un rato llegó un elefante, lo aprisionó con su trompa y se lo llevó. El cazador pensó que pronto estaría muerto. Pero el elefante después de andar una escasa distancia, lo liberó debajo de un árbol. El elefante lanzó un chillido y aparecieron otros elefantes. Los animales rodearon al hombre. Parecía que querían comunicarle algo. El elefante que trajo al cazador se arrodilló debajo del árbol y primero vio a las ramas y luego al hombre. Le señalaba que subiera. El cazador trepó sobre la espalda del elefante y ascendió hasta la rama más alta, sin saber qué le esperaba.
Tiempo después surgió un suanni*. Los elefantes permanecieron inmóviles, aterrorizados. El suanni seleccionó con la mirada a un gordo elefante. Las evidencias indicaban que pronto se abalanzaría sobre él para tragárselo. Los otros elefantes no escapaban y sólo lanzaban miradas de auxilio hacia lo alto del árbol. El cazador entendió. Cargó la ballesta, disparó y le dio en el pecho al suanni, dejándolo muerto al instante. Los elefantes elevaron respetuosamente sus miradas al cielo, como agradeciéndole a algún gran espíritu. El cazador bajó del árbol y el elefante, arrodillándose una vez más, le indicó que montara sobre él, halándolo del traje con la trompa. El cazador trepó. Luego de caminar cierta distancia, el elefante se detuvo y removió la tierra con una de sus patas hasta dejar al descubierto una gran cantidad de colmillos de elefante. El hombre bajó, amarró los que pudo y los subió a las espaldas del elefante. Después el elefante lo condujo a él y a su carga hasta fuera de la montaña. El elefante volvió a ingresar al monte y el cazador se puso en camino, de vuelta a casa.
*Animal legendario parecido al león, de extrema fiereza y capaz de comerse a los tigres y leopardos.
Un cadáver cargado sobre los hombros
Regresaba a su casa, con una pértiga al hombro, un leñador que había acudido al mercado. De improviso, sintió que la parte posterior de la pértiga pesaba más. Al volver el cuello, descubrió colgando en el extremo el cuerpo de un hombre sin cabeza. Espantado, agitó la pértiga y ya no vio más al cuerpo.
El leñador apresuró su paso hasta la próxima aldea y llegó al anochecer. Se encontró con algunos vecinos que portaban antorchas para iluminar el suelo. Parecía que estaban buscando algo. El leñador se les acercó a preguntarles y le informaron que cuando estaban sentados juntos en la calle, de pronto, había descendido del cielo la cabeza de un hombre y caído entre ellos. La cabeza había desaparecido antes de que ellos pudieran reponerse de la sorpresa. Solamente se habían percatado de su cabellera y barba desordenadas. El leñador narró lo que le aconteció y todos sacaron la conclusión de que se trataba del mismo cuerpo. Ninguna persona encontró ninguna explicación al hecho.
Después, otra persona andaba sin prisa con una cesta en la mano, cuando repentinamente notó dentro de la canasta la cabeza de un hombre. El paisano se deshizo de la cesta y escapó muy aterrorizado. La cabeza salió dando vueltas y desapareció.
El zorro que penetraba en una botella
La esposa de Shi, de la aldea Wan, había caído bajo la influencia de un zorro y era muy desdichada. Detrás de la puerta de su dormitorio estaba colocada una botella y el zorro se ocultaba en su interior cuando oía al marido regresar. La mujer miró a escondidas la artimaña e ideó una estratagema. No dijo nada.
Un día, cuando el zorro penetró a la botella, la mujer la taponó. Luego introdujo la botella dentro de una olla, llenó ésta de agua y la puso al fuego. La botella empezó a calentarse.
—Qué calor hace!—, gritó el zorro. Basta ya de bromear!
La mujer fingía no oírlo. El zorro gritaba y aullaba, cada vez más impacientado. Al final, ya no se escuchó ningún quejido. Cuando la mujer destaponó la botella, en su interior sólo había un cúmulo de pelos y algunas gotas de sangre.
El docto Sauce
En cierta época de la dinastía Ming* una nube de langostas asoló a los distritos de Yen y Ching. Al juez del distrito de Ishui la preocupación se le acrecentaba a medida que las langostas se acercaban cada vez más a su jurisdicción.
Una noche el juez de Ishui soñó que un joven docto, muy alto y de fuerte estructura corporal, ataviado con túnica verde y sombrero de alta copa, lo visitaba y le informaba que él sabía un procedimiento para eliminar a las langostas. El juez le preguntó cuál era el procedimiento.
—Acuda mañana al camino del suroeste y observará a una mujer montada sobre una burra de prominente vientre—, le contestó el joven. Esa mujer es la Diosa de las Langostas. Solicite su ayuda y ella le resolverá el asunto.
El juez consideró inusual el consejo, pero al siguiente día se trasladó al camino señalado. Después de aguardar un largo rato, el juez percibió a una mujer peinada con moño y ataviada con una capa de tela burda. Venía a horcajadas sobre una burra gris y vieja, la cual avanzaba lentamente.
Quemó incienso el juez, hizo una ofrenda de licor y después de hacer una reverencia con las dos manos unidas frente al pecho, asió las riendas de la burra. La mujer le preguntó qué deseaba.
—¡Le imploro que salve a mi distrito de la desolación que provocarán las langostas!
Ah!—, exclamó la mujer. Ese miserable docto Sauce ya le reveló todo! Lo pagará caro! Sobre su cuerpo tomaré venganza! Pierda cuidado, no dañaré los sembradíos de su distrito.
A continuación, la mujer se tomó las tres copas de licor ceremonial y se esfumó.
Las langostas llegaron al distrito de Ishui, pero lo atravesaron a gran altitud, sin tocar los campos sembradíos. Mas devastaron a todos los sauces que encontraron en su avance. Sólo en ese momento el juez comprendió que el joven del sueño no podía ser sino el Dios de los Sauces.
Con sobrada razón existieron personas que afirmaron que el asunto resultó satisfactorio debido a que el juez era solícito con su pueblo.
*La dinastía Ming gobernó desde el año 1368 hasta 1644.
El dios del lago Poyang
Di Chan-chi era el jefe de la región de Rao. Los libros taoístas del lago Poyang* decían que había un templo en la ribera. Los viajeros se detenían a mirarlo detalladamente. Dentro existía una talla en madera del funcionario Ding Pu, quien murió para salvaguardar su integridad moral. El dios de la familia Di no se había colocado allí. Di Chan-chi dijo: “El antepasado de mi familia debe instalarse en ese lugar.” Entonces, así se hizo.
Di y sus familiares abordaron un barco. Un gran viento rompió las velas e inclinó el mástil. La familia comenzó a llorar con aflicción. De pronto, un pequeño barco vino hendiendo las olas. Se acercó al barco del funcionario y apresuradamente tiró de Di para que subiera. Toda su familia subió también. Sus sirvientes, al observar con atención, se extrañaron al no descubrir al dios de la familia. Poco tiempo después las olas se calmaron y el barco pequeño desapareció sin dejar rastro.
*Lago de la provincia Jiangxi, al sureste de China.
El dinero que fluyó
Liu Zung-yu del río Luo dijo: “El sirviente Du Jo ocasionalmente estaba en el jardín y vio que monedas fluían como agua, con una profundidad y amplitud de unos dos o tres chi.* Du, alegremente sorprendido, cogió monedas con ambas manos, las llenó y cayó de espaldas. Al ponerse de pie y mirar, las monedas habían desaparecido completamente. Sólo le quedó estrecharse las manos.”
*Un chi equivale a 1/3 de metro.
El dragón sin ojos
Una gran lluvia se desató sobre el río I. De pronto, cayó un dragón. Carecía de ambos ojos. Su vaho cubrió más allá del distrito. El jefe del distrito le ofreció ochenta banquetes, pero no pudo lograr que se marchase. Entonces, celebró un sacrificio al descampado. Repetidas veces la cola del dragón golpeó la tierra y el estruendo se escuchó así por todo el territorio.
Los leones
Los leones de Xien-luo*, cada vez que se detienen, miran con dureza. Su aspecto está muy alejado del de las pinturas bordadas que se transmiten de generación en generación. Su pelo es negri-amarillo, de varios sun** de largo. Si se les arroja una gallina, primero la hacen una bola con las garras y luego la soplan. De un soplido, caen completamente las plumas como barridas. La razón es extraña.
*Antiguo nombre de Tailandia. **Un sun equivale a 1/3 de decímetro.
Afición excesiva por las serpientes
Wang Pu-ling, de mi comarca, era sirviente de Lü Fong-ning. A Wang le gustaba comer serpientes. Cada día lograba una serpiente pequeña y se la tragaba completamente, como si comiese puerro. A las serpientes grandes las cortaba en pedacitos con un cuchillo. Los tomaba con ambas manos para comerlos y los masticaba con sonido metálico. La sangre le mojaba las mejillas. En un momento olió algo bueno. Sintió en la pared divisoria el aroma de la serpiente. De prisa, trepó a la pared y atrapó una serpiente de varios chi de largo. En ese instante no llevaba cuchillo al cinto. Entonces le mordió la cabeza. La cola aún se le retorcía en el borde de la boca.
La mantis religiosa que capturó a una serpiente
Un hombre de apellido Chang ocasionalmente paseaba por el riachuelo de un valle. Sobre el precipicio escuchó un fuerte sonido. Buscó un camino y trepó para mirar a escondidas. Vio a una enorme serpiente contraída, como un tazón. Se agitaba en medio de la espesura. Con su cola golpeaba los sauces y resquebrajaba sus ramas. Dio la vuelta, se ladeó y cayó. Parecía como si un animal la hubiese atrapado. Así, el hombre la observó con detenimiento y no vio nada extraordinario. Pero tuvo una gran duda. Poco a poco se acercó hasta donde estaba la serpiente. Descubrió a una mantis religiosa alojada sobre la cima de la cabeza y sus tenazas la apretaban, haciéndosela bajar e impidiéndole huir. Largo tiempo después, la serpiente finalmente murió. Al mirar su chata nariz el hombre descubrió que la piel y la carne ya se habían rajado.
La cabeza que rodó
Su, jefe y Señor del distrito Cheng-xia, permanecía acostado una noche, cuando de pronto miró emerger del piso una cabeza humana tan grande como una tinaja. La cabeza comenzó a rodar debajo de la cama. Su se sobresaltó y enfermó. Luego no se levantó nunca más. El sucesor de Su fue asesinado cuando yacía sobre la misma cama con una mujer. ¿El infortunio del sucesor se debería a aquella extraña visión de Su?
La extraña cucurbitácea
El sexto mes del vigésimo sexto año de la era Kang Xi*, en el huerto colectivo de la aldea occidental de cierto distrito, creció sobre una planta de melón un nuevo zarcillo que dio origen a una sandía tan grande como un cántaro.