osiazul

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El osario (selección)

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Los ahogados

Porque el aire no basta
buscamos el agua amante
y llenamos los pulmones
engañados
por el espectro de la rivera.

Los ahogados se hinchan
de húmeda felicidad.
Los cangrejos
les devoran los ojos
para robarles la nostalgia de la tierra.

Agua, sirena que nos llama
la muerte es branquia.

Los ahogados
tocan con los puños
las quillas de los barcos,
comen ranas, guijarros
y cuentan historias
de seres con piernas
a los peces que son sordos.

Y porque a veces el agua no basta
emergen, flotan
y exhiben sus vientres
preñados por las olas.

 

A cierto rey chileno

Todos dicen que eres un mal bicho…
LOS FABULOSOS CADILLACS

En la banca del parque
el muñón del asombro niño
se sienta hasta empolvarse.
En la fuente
los dioses juegan a ser nuestros.

—El rey de Santiago no quiere morir--

Las medallas tintinean
pulidas de silencio.
Sometidos al revuelo de las calles
lamentamos la suela gastada del zapato,
hijos pequeños de lo nimio.

Somos la tácita pupila
de la historia
madre que todo consuela
y justifica.

—El rey ha muerto--

Los niños y sus palos
mataron al perro:
Perdónalos, no saben lo que hacen,
pues aún no hay voz
  que detenga
  la caída
  de las cosas.

Al final
bajarás la mirada
(todos los muertos lo hacen).

—El rey ha muerto, viva el rey—.

 

Romance del Dulce Jack

Caminas bajo la noche,
en tus pisadas el eco
de las piedras y en tus manos
la memoria del acero.
Tu hambre infinita regresa
en busca de amor perpetuo.

La luna magnolia acecha
tu andar de amante perverso.

La encuentras en un portal,
sus labios hablan deseo,
tus pupilas dilatadas
escurriendo por su cuello.
Buscas los senos que asomen
prontos al sudor del miedo.

Caminan bajo la noche
—adivina del estruendo--
y grabas tu dulce nombre
en su vientre sin secretos.
Ya florecen las entrañas
en su rojo nacimiento.

Caminas bajo la noche,
amante dulce y perverso.
Hambre infinita, regresa,
a saborëar el beso
de la muerte azul que observa
tras el filo del acero.

La luna duerme en su eclipse
tus pisadas en el eco.

 

A la Balada de los ahorcados

Silencio.
En la encrucijada
los secretos escurren
a la tierra.

        Aún

        mueca de lengua ennegrecida,
        la gente ya no se vuelve
        ni se persigna.
        El niño conversa con los cuervos
        ahítos de pupilas.

Afán de guardar
el canon de los justos
que dormitan en cuartos
sin ventanas.

        Aún

        veleta azul del viento,
        danza de jirones,
        la gente transita.
        El infierno sólo es un momento.

En la garganta la vileza se petrifica.
Otras veces el espíritu
trepa por la cuerda
obstinado en su verdad.

        Posdata:
        Villon se ha ido
        ¡Rogad a Dios que nos absuelva a todos!
        rogad por una página
           donde poder mecernos.

 

Asombro niño

Los ojos ya no se asombran
ante la caída de las aves.

 A la paloma la muerte
 le ha blanqueado el pico,

          —no estés triste, sólo está un poco muerta—

Nuestras manos han crecido,
ya no temen al animal
que cruje bajo la cama.

 El funeral de camelinas
 roba el adiós
 de las manos pequeñas.

Nuestra paloma
dejó de ser azucarada.

          —no estés triste, los niños sueñan vuelos
             desde las azoteas.

 

Fe pequeña

Veo
estáticos templos
fachada tras fachada,
garigol de las plegarias.
En el marco de la puerta
el escudo,
mezuza del errante
que vela el ocaso.

Perderse en el brillo
pincelado de la imagen,
perderse en los torsos
quietos por las llamas.

Trueno tierra
 agua  viento
los dioses
abren sus fauces
y devoran el verdor de las selvas.

         (Grano florecido de los hijos de la guerra).

Las manos infinitas
sobre el mármol, sobre el muro,
sobre la roca de oro milenaria.
Manos caricia del vientre abultado
orientadas a la piedra negra
infinitas buscadoras de la luz.

Veo
mares de cirios,
versos en la arena,
invocaciones ocultas en los glifos.
Cantos de oriente
 y occidente,
danzas a los dioses oscuros.

         (Los dragones duermen en su cueva).

Rojo
el esternón que cruje
su alabanza al sol,
rojas las cinco llagas,
rojo fuego del arcángel sin dios.

Veo, fe pequeña,
los mismos peldaños,
el frío en las espaldas,
la memoria en los espectros.

        (Beben leche los elefantes de piedra)

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