Un viejo y una vieja plantaron en su huerto nabos. Un oso que vivía en los bosques del contorno se aficionó a robar los nabos aquellos. Un buen día, el viejo fua al huerto y vio muchos nabos arrancados y esparcidos por tierra. Regresó a la casa el viejo y contó a su mujer lo que había visto. Ella le dijo:
-¿Quién puede haber arrancado los nabos? La gente se los hubiera llevado. Seguro que eso son tratadas del oso. Ve al huerto, marido mío, y acecha al ladrón.
Tomó el viejo su hacha y, al anochecer, se dirigió al huerto. Una vez allí, se ocultó tras el seto. De pronto llegó el oso y se puso a arrancar nabos, tomó luego toda una brazada de ellos y quiso saltar el seto.
El viejo se levantó rápidamente, arrojó el hacha al oso, le cercenó una pata y se ocultó apresuradamente.
El oso rugiendo de dolor, huyó, a tres patas, hacia el bosque.
El viejo levantó la pata cercenada, la llevó a casa y dijo a su mujer:
—Toma, vieja, cuece esta pata.
La vieja desolló la pata y la puso a cocer. Luego arrancó el pelo a la piel, se sentó en ésta y se puso a tejer el pelo.
Mientras la vieja tejía, el oso se hizo una pata de palo y se dirigió hacia la casa en que habitaban los ancianos.
La pata de palo crujía, y el oso cantaba:
—¡Cric-cric-cric con mi pata de palo, Cric-cric-cric avanzando el cayado! En los pueblos, todo el mundo duerme, en las aldeas, todo el mundo duerme. Sólo la vieja, maldita, no duerme. Sentada en mi piel con mi lana teje, y en su negra olla mi pata se cuece.
Oyó la vieja la canción del oso y dijo:
—Anda, marido, cierra la puerta, que se acerca el oso...
Pero el oso estaba ya en el zaguán, abrió la puerta de la habitación y entró rezongando:
—¡Cric-cric-cric con mi pata de palo, Cric-cric-cric avanzando el cayado! En los pueblos, todo el mundo duerme, en las aldeas, todo el mundo duerme. Sólo la vieja, maldita, no duerme. Sentada en mi piel con mi lana teje, y en su negra olla mi pata se cuece.
Los viejos se asustaron mucho. El marido se metió debajo del banco y se tapó con la artesa, y la mujer se subió a lo alto del horno.
El oso entró en la isba, se puso a buscar a los viejos y cayó en la bodega. Acudieron corriendo los vecinos, y allí mataron al oso.